8 lecciones aprendidas de relaciones fallidas que nadie te dirá, así que yo lo haré

8 lecciones aprendidas de relaciones fallidas que nadie te dirá, así que yo lo haré

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Cuando las relaciones terminan con otras personas importantes o con amigos, a menudo nos quedamos preguntándonos cómo arreglar las cosas. Recurrimos a amigos y familiares que ofrecen mensajes amables y sabios consejos sobre cómo seguir adelante con nuestras vidas, pero hay lecciones que olvidamos mientras procesamos nuestras rupturas. A continuación se presentan lecciones clave sobre relaciones fallidas de las que nadie le informará.

1. El análisis excesivo es enemigo del progreso.

Cuando una relación termina, podemos pasar incontables horas analizando innumerables situaciones en un intento por descubrir qué salió mal. Nuestras mentes actúan como detectives, revisando escenas y situaciones hipotéticas para encontrar pistas y testigos que den fe de lo que causó el final de la relación. Reclutamos amigos para que se conviertan en terapeutas, mientras analizamos incansablemente nuestros sentimientos sobre el que ya no forma parte de nuestras vidas. Las horas que pasamos examinando y reexaminando el pasado son parte del proceso de curación, pero exagerar puede impedirnos vivir en el presente y avanzar hacia el futuro. En lugar de pasar horas tratando de entender por qué terminó una relación, podemos dedicar parte de ese tiempo a comprender mejor quiénes somos sin esa persona en nuestras vidas.



2. Trátese como quiere que los demás lo traten.

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Si dejamos una relación fallida sintiéndonos desmoralizados, desanimados y subvalorados, también podemos preguntarnos si alguien alguna vez amará y valorará nuestras cualidades, peculiaridades y especialidad (por supuesto, la respuesta es sí, alguien lo hará). En lugar de mirar a los demás para validar lo que nos hace amables y únicos, tenemos que mirarnos en el espejo y comenzar con nosotros mismos. Tratarnos a nosotros mismos como queremos que los demás nos traten significa que nos damos compasión, amor, paciencia y cuidado. También significa que creamos momentos y experiencias en las que podemos brillar y ser lo mejor de nosotros mismos.

3. No caiga en la trampa del juego de la culpa.

Cuando terminamos una relación con alguien, podemos tratar de culparnos señalando a nosotros mismos oa la otra persona involucrada. Cuando culpamos a la otra persona, podemos enojarnos o sentirnos justificados por nuestros propios errores y transgresiones. Cuando el dedo nos señala a nosotros mismos, sentimos culpa y vergüenza, preguntándonos si fue nuestro propio hacer lo que causó la ruptura. Sin embargo, cada perspectiva nos impide comprender los factores clave que contribuyeron al final de una relación y aprender una lección importante que se puede utilizar para fortalecer las relaciones actuales y futuras.

4. La curación no es un proceso lineal.

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El final de una relación trae consigo un espectro de sentimientos donde nuestras emociones van del dolor al alivio, de la tristeza al gozo y del enojo al entusiasmo. Mientras viajamos a lo largo de esos espectros, es posible que un día nos sintamos como si estuviéramos en la cima del mundo, para luego sentirnos instantáneamente angustiados cuando vemos recordatorios de una relación pasada. En ese momento, sentimos que todo el progreso que hemos logrado se ha ido por el desagüe, lo que está más lejos de la verdad. El proceso de curación no sigue una línea recta. En cambio, es más como una montaña rusa donde podemos experimentar una multitud de sentimientos a la vez.

5. Puede recaer, y está bien.

Después de romper una relación, podemos prometer que no volveríamos a ver a la otra persona y desechar los recuerdos y los recuerdos que nos recuerdan a él o ella. Sin embargo, puede ocurrir una situación en nuestras vidas que solo esa persona entenderá, o llegará un día festivo en el que nos sintamos obligados a ver cómo le va. Los mensajes de texto poco frecuentes se convierten en llamadas telefónicas, que se convierten en citas para tomar café, lo que lleva a pasar el rato con regularidad. Entonces surgen viejos problemas dañinos, que nos hacen sentir tan ingenuos, culpables y avergonzados por tratar de reavivar algo que debería haber quedado en el pasado. Cuando nos castigamos por nuestras recaídas en viejas relaciones, debemos recordarnos a nosotros mismos que cada paso hacia atrás nos enseña sobre la recuperación, ya que nos da la oportunidad de conocer mejor en caso de que haya una próxima vez.



6. Recuerde lo bueno y no solo lo malo y lo feo.

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Pensar en una relación fallida a menudo nos hace recordar cómo terminó y no cómo comenzó, o nos enfocamos en las cualidades negativas de la otra persona en lugar de apreciar las buenas. A veces, incluso si tenemos algo más positivo que decir sobre nuestro antiguo amigo o pareja, agregamos un calificativo a nuestra declaración: Marsha es muy creativa, pero escuchó horrible. Centrarse en las cualidades negativas de alguien muestra que todavía nos aferramos a la ira y el dolor que causó la relación. Recordar lo bueno nos permite mantener una perspectiva más saludable sobre la relación. También indica que realmente hemos superado nuestra relación fallida porque ya no nos aferramos a esos sentimientos negativos.

7. El perdón es el mejor regalo que puedes darte a ti mismo.

El verdadero perdón es uno de los mayores regalos que podemos darnos a nosotros mismos porque significa que podemos dejar atrás las heridas del pasado que impactan el potencial de la felicidad presente. Al perdonarnos a nosotros mismos por nuestros errores o transgresiones percibidas, nos damos permiso para reconocer nuestra humanidad. Nos damos cuenta de que la vida continúa y que mañana es otro día para aprender una nueva lección. Al perdonar a los demás, podemos liberar el poder que tienen en nuestro corazón y en nuestra mente. Eso no quiere decir que debamos tratar de ser mejores amigos de alguien que nos ha hecho algo doloroso. Sin embargo, significa que debemos dejar que la ira, el dolor y la decepción se transformen en algo más brillante, más ligero y más significativo para no llevar ese dolor dentro de nosotros.

8. Las diversiones felices son geniales, hasta que dejan de serlo.

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Cuando una relación termina, podemos sumergirnos en el trabajo, proyectos domésticos o pasatiempos. Nos volvemos más sociales, tratando de encontrar nuevas experiencias, actividades y personas para llenar el espacio en nuestras vidas que dejó la persona que perdimos. En esos momentos nos sentimos felices y emocionados de explorar nuestros intereses y emprender nuevos emprendimientos. Sin embargo, si no hemos afrontado el dolor de una relación fallida, estas alegres diversiones pueden enterrar sentimientos de dolor y tristeza, hasta que llega el día en que afloran a la superficie, poniéndonos en un lugar de desesperación. Por lo tanto, debemos hacer aquellas cosas que nos hagan sentir bien con nosotros mismos, al mismo tiempo que procesamos el dolor de una relación fallida.

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